El soldado Švejk |
Cuando se visita Praga, uno se encuentra –como en todas las
ciudades de gran afluencia turística– con multitud de tiendas, puestos y
puestecillos dedicados a la venta de recuerdos; en prácticamente todos se
encuentra –además del reloj astronómico del ayuntamiento de la ciudad vieja y
la inconfundible silueta de Nuestra Señora de Týn–
la figura de un soldado de uniforme gris, siempre sonriente, más o menos
rechoncho, que suele sostener una pipa con una mano y una jarra de cerveza con
la otra; está en todos los formatos: pegatinas, carteles, imanes de nevera –lo
tengo, me lo trajo una muy buena amiga que ya salió por aquí en la segunda de las entradas
dedicadas a Gaboriau–
o marionetas –me encanta la que me regaló mi hermana tras una de las varias
ocasiones en que ha visitado la ciudad, marioneta con la que ilustro esta
entrada–. Se trata del soldado Švejk, probablemente el personaje
más importante de toda la literatura en lengua checa.
En alguna ocasión he manifestado mi interés ante
el catálogo de la editorial Acantilado; cuando el 2 de marzo de 2016 anunció en su página de Facebook
la publicación de Los destinos del buen soldado
Švejk
durante la guerra mundial[1]
me hice
rápidamente con un ejemplar y reservé su lectura para las vacaciones de verano;
no era para menos: sus más de ochocientas páginas llenas de antropónimos en
checo y de topónimos en checo, en alemán y en húngaro me daban un cierto reparo
inicial. Su lectura me ha ocupado algo más de diez días: han sido diez días
magníficamente empleados.
Llegados a este punto de la entrada suelo resumir el
argumento del libro que me ocupa. Hoy será fácil: prácticamente no hay
argumento central; o lo hay de forma muy tenue; lo que hay son episodios unidos
por su personaje central, el soldado Švejk, que es el hilo conductor
de toda la narración. Así que voy a presentarlo: el soldado Švejk es tonto, completamente tonto. Es, probablemente, el
idiota más grande de la literatura universal; y por eso aparece como un hombre
que, en medio de la mayor matanza conocida por la humanidad hasta ese momento
–la primera guerra mundial– aparece siempre sonriente, como ya he señalado en
el primer párrafo. Le pasan cosas tremendamente dramáticas, incluso trágicas,
pero él nunca pierde su buen humor; al lector solo le quedan dos opciones: o
considerar que se trata de uno de los mayores filósofos que ha conocido el
mundo o pensar que es un imbécil de marca mayor. Ante semejante despliegue de
estulticia los demás personajes –casi todos militares, por supuesto– se suben
por las paredes, pero el lector se lo pasa en grande y en algunos momentos –por
lo menos, a mí me pasaba– estalla en carcajadas.
La novela fue publicada por Jaroslav Hašek por entregas,
entre 1921 y 1923; consta de cuatro libros, el último de los cuales está
inacabado por el fallecimiento del autor. El primero de ellos se ambienta en la
Praga de la retaguardia y al final del mismo aparece el segundo personaje por
importancia del relato, el contrapunto del protagonista, el teniente primero
Lukáš, de quien Švejk es nombrado asistente; los otros tres libros cuentan los
continuos desplazamientos de la unidad militar en que ambos están encuadrados
hacia el frente de Galitzia –la región fronteriza entre el Imperio
Austrohúngaro y la zona de Polonia controlada por Rusia–, frente al que nunca
acaban de llegar. La publicación por entregas permitió al autor una estructura
abierta del relato: da la impresión de que el plan argumental inicial era
mínimo y de que Hašek iba uniendo peripecia tras peripecia según se le iban
ocurriendo; por eso, aunque la novela esté inacabada no pierde nada de su
interés: el foco de atención del lector no está orientado hacia el desenlace de
la historia, sino hacia cada de las secuencias que la conforman; es, por intentar
clarificarlo mejor, una estructura narrativa más cercana al Quijote que a una novela policiaca
clásica.
Jaroslav Hašek |
El tono recurrente del relato es el paródico y los objetos
recurrentes de la parodia son las desaparecidas instituciones imperiales, en
particular y de manera principal, el ejército; toda la jerarquía, desde las
clases de tropa que tienen cierta parcela de poder –asistentes, cocineros y
furrieles– hasta la cúpula del mismo –el emperador Francisco José I– se mueve
por motivos que poco tienen que ver con el patriotismo y el honor castrense: el
más repetido, conseguir comida y bebida; el más explicable, lograr escaquearse
del servicio en el frente. Pero si hay algún motivo paródico transversal es la
mastodóntica, ineficaz y ridícula burocracia militar: los personajes se pasan
todo el tiempo rellenando estadillos e informes, recibiendo circulares e
instrucciones y utilizando claves absolutamente descabelladas y ya obsoletas
cuando las guerras napoleónicas; nada de ello sirve para gran cosa. En la
cúspide del despropósito que todo ello supone, el cuerpo que peor parado sale
es el de los capellanes castrenses: descreídos, materialistas, obscenos y
continuamente borrachos, constituyen la antítesis de lo que debería esperarse
de un sacerdote católico.
Cuando se visita Praga, a uno le enseñan en el callejón del
Oro la casita donde vivió Kafka; en la plaza Wenceslao, la aseguradora donde
Kafka trabajó durante algunos meses. Parece que todo en la historia literaria
de la ciudad –incluido el mito del Golem,
un buen tema para una posible entrada futura, me lo apunto– lleve a Kafka,
y de Kafka parta todo. Posiblemente y en buena medida sea así, pero hay un
detalle importante: la obra de Kafka pertenece, por la lengua en que está
escrita, a la literatura alemana; la de Jaroslav Hašek, a la literatura checa.
La posibilidad de traducir del alemán a cualquiera de las otras lenguas
europeas siempre ha sido bastante menos ardua que traducir del checo. Atribuyo
a esta circunstancia el desconocimiento de Hašek[2].
Si esta nota sirve para despertar en algún lector la curiosidad hacia la obra objeto
de estas líneas habrá cumplido su función.
[1]
Hašek, Jaroslav: Los
destinos del buen soldado Švejk durante la guerra mundial [Osudy dobrého vojáka Švejka za
světové války].- Traducción del checo de Fernando de Valenzuela.- Acantilado (Narrativa
del Acantilado n.º 268), Barcelona 2016.-
816 págs., 3 mapas en negro (21 x 13,5).
[2]
Solo como ejemplo –en
modo alguno como demostración– de este desconocimiento, sugiero que el lector
compare el contenido de la página dedicada a Hašek en la versión inglesa de
la Wikipedia, tampoco demasiado
extensa, y en la versión
española, verdaderamente minúscula.
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