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Manuel Vázquez Montalbán |
Cuando aparecieron las primeras novelas de Carvalho en la
década de los setenta y primeros ochenta yo era entre niño y adolescente, según
la fecha que se tome como referencia. Recuerdo que mi padre compró algunas de
ellas (si mi fichero no miente, Tatuaje, 1974,
y Asesinato en el Comité Central, 1981)
que cayeron en mis manos y que por entonces no me gustaron demasiado, no me
parecieron unas novelas policiacas sólidas. Más de treinta años más tarde, al
leer la novela que reseño, he entendido por qué: cuando yo era un crío que se
iniciaba en estas lides –lector furibundo y confeso de Agatha Christie–, lo
sustantivo era policiaca, lo adjetivo
era novela; ahora, con muchas más
lecturas entre pecho y espalda, lo sustantivo es novela, lo adjetivo es policiaca.
Se ve que aún no había profundizado lo suficiente en la morfología
gramatical.
Los pájaros de
Bangkok es una novela que
presenta hasta tres tramas policiacas independientes
y simultáneas: la primera de ellas, el asesinato que aparece en la secuencia
inicial, denominado a lo largo del relato como el caso de la botella de champán por ser esta el arma homicida; la
segunda, la investigación de un desfalco en la empresa familiar Toldos Daurella, S. A.; y la tercera,
que constituye la principal a partir de poco antes de la mitad del libro, la
búsqueda sobre el terreno de una conocida de Carvalho que ha desaparecido en
Tailandia en compañía de un nativo joven y de no demasiado buenos antecedentes.
Tres argumentos, tres historias que en otro autor hubieran dado lugar a tres
volúmenes independientes, pero que Vázquez Montalbán presenta en un solo relato
como tres núcleos temáticos que se desarrollan a modo de fuga hasta llegar a su
resolución. Y probablemente sea en este aspecto, en el de la resolución, donde
haya cambiado mi perspectiva: en otro tiempo me interesaba sobremanera saber
quién era el asesino –e incluso intentaba llegar a la solución del problema
antes que el detective de turno y, cuando lo conseguía, me sentía tremendamente
satisfecho– y ahora me interesa muchísimo más ver la carpintería del relato.
También es verdad que entre los dos momentos ha habido muchas lecturas y muchas
experiencias vitales (¡vaya redundancia: como si las lecturas no fueran
experiencias vitales!).
La resolución es lo de menos: el
autor del desfalco queda desenmascarado en las cincuenta primeras páginas; el
asesino del caso de la botella de champán
acaba confesando motu proprio; la expedición a Tailandia se resuelve de
forma brusca y sin intervención de Carvalho que, aunque se mueve mucho, sigue
pistas equivocadas. Y sin embargo, las tres historias son tremendamente
interesantes; tal vez la del asesinato sea la más académica en planteamiento,
desarrollo y desenlace, la más respetuosa con las normas del género; la del
desfalco es muy divertida porque, en realidad, se trata una caricatura de la
burguesía tradicional catalana escrita con un punto de mala leche del que solo
los propios catalanes son capaces; y la historia tailandesa es una excusa para
hacer un libro de viajes sobre el extremo oriente en la que lo importante es lo
que se come, lo que se bebe, lo que se compra y lo que se vende, cómo se viaja,
cómo se vive, cómo se muere, quién ejerce el poder, quién lo pretende, lo que
los nativos dicen y lo que los turistas piensan de lo que los nativos dicen.
Vázquez Montalbán era un tipo
interesado en muchas cosas que aparecen en la historia. Por todos los lados, la
gastronomía: al comenzar la novela, las recetas de espaguetis a la Annalisa y saltimbocca a la romana hacen que el
lector insalive, pero el momento álgido ocurre cuando en Tailandia se pone a
hacer una fideuá con fideos chinos de arroz, y encima le sale. Por algunos
lados, la política: ante el comentario de que en Tailandia los comunistas se echan
al monte y se unen a la guerrilla, Carvalho responde que en España los
comunistas solo pierden las elecciones (la acción sucede en los días anteriores
y posteriores a la victoria socialista de octubre de 1982). Y siempre el
bisturí crítico y el humor ácido hacia todo lo que se mueve, el gran activo de
la novela; en este sentido, me quedo con una frase que he subrayado en la
página 126 de mi ejemplar: cuando Carvalho coge el avión hacia Bangkok, el
detective (o el autor, directamente), ante el comportamiento de los viajeros
españoles, concluye que Al fin y al cabo,
cualquier inglés, francés, alemán, americano, chino, indio, árabe, cuando está
en Asia está en su casa, y en cambio los españoles en cuanto salen de Calahorra
están en el extranjero.
[1] Vázquez Montalbán, Manuel: Los pájaros de Bangkok.- RBA editores (Narrativa Actual n.º 77), [Barcelona
1995].- 286 págs. (20,5 x 12,5).