lunes, 11 de enero de 2016

Sobre "Los pájaros de Bangkok" de Manuel Vázquez Montalbán



Manuel Vázquez Montalbán
Cerca de donde vivo hay una librería de viejo por la que de vez en cuando me paso, echo un vistazo y pillo lo que me apetece. En una de esas excursiones por el pasado impreso encontré una edición de quiosco de Los pájaros de Bangkok (1983) de Vázquez Montalbán[1], sexta entrega de las aventuras del detective Pepe Carvalho. Las novelas policiacas me han gustado desde que tengo memoria literaria, así que no lo dudé demasiado y pagué los menos de tres euros que marcaba, me la llevé a casa y la deje macerar en el estante donde guardo los libros pendientes; al cabo de quince o veinte días, le llegó su turno: de ese turno es de lo que vengo a hablar aquí.
Cuando aparecieron las primeras novelas de Carvalho en la década de los setenta y primeros ochenta yo era entre niño y adolescente, según la fecha que se tome como referencia. Recuerdo que mi padre compró algunas de ellas (si mi fichero no miente, Tatuaje, 1974, y Asesinato en el Comité Central, 1981) que cayeron en mis manos y que por entonces no me gustaron demasiado, no me parecieron unas novelas policiacas sólidas. Más de treinta años más tarde, al leer la novela que reseño, he entendido por qué: cuando yo era un crío que se iniciaba en estas lides –lector furibundo y confeso de Agatha Christie–, lo sustantivo era policiaca, lo adjetivo era novela; ahora, con muchas más lecturas entre pecho y espalda, lo sustantivo es novela, lo adjetivo es policiaca. Se ve que aún no había profundizado lo suficiente en la morfología gramatical.
Los pájaros de Bangkok es una novela que presenta hasta tres tramas policiacas independientes y simultáneas: la primera de ellas, el asesinato que aparece en la secuencia inicial, denominado a lo largo del relato como el caso de la botella de champán por ser esta el arma homicida; la segunda, la investigación de un desfalco en la empresa familiar Toldos Daurella, S. A.; y la tercera, que constituye la principal a partir de poco antes de la mitad del libro, la búsqueda sobre el terreno de una conocida de Carvalho que ha desaparecido en Tailandia en compañía de un nativo joven y de no demasiado buenos antecedentes. Tres argumentos, tres historias que en otro autor hubieran dado lugar a tres volúmenes independientes, pero que Vázquez Montalbán presenta en un solo relato como tres núcleos temáticos que se desarrollan a modo de fuga hasta llegar a su resolución. Y probablemente sea en este aspecto, en el de la resolución, donde haya cambiado mi perspectiva: en otro tiempo me interesaba sobremanera saber quién era el asesino –e incluso intentaba llegar a la solución del problema antes que el detective de turno y, cuando lo conseguía, me sentía tremendamente satisfecho– y ahora me interesa muchísimo más ver la carpintería del relato. También es verdad que entre los dos momentos ha habido muchas lecturas y muchas experiencias vitales (¡vaya redundancia: como si las lecturas no fueran experiencias vitales!).
La resolución es lo de menos: el autor del desfalco queda desenmascarado en las cincuenta primeras páginas; el asesino del caso de la botella de champán acaba confesando motu proprio; la expedición a Tailandia se resuelve de forma brusca y sin intervención de Carvalho que, aunque se mueve mucho, sigue pistas equivocadas. Y sin embargo, las tres historias son tremendamente interesantes; tal vez la del asesinato sea la más académica en planteamiento, desarrollo y desenlace, la más respetuosa con las normas del género; la del desfalco es muy divertida porque, en realidad, se trata una caricatura de la burguesía tradicional catalana escrita con un punto de mala leche del que solo los propios catalanes son capaces; y la historia tailandesa es una excusa para hacer un libro de viajes sobre el extremo oriente en la que lo importante es lo que se come, lo que se bebe, lo que se compra y lo que se vende, cómo se viaja, cómo se vive, cómo se muere, quién ejerce el poder, quién lo pretende, lo que los nativos dicen y lo que los turistas piensan de lo que los nativos dicen.
Vázquez Montalbán era un tipo interesado en muchas cosas que aparecen en la historia. Por todos los lados, la gastronomía: al comenzar la novela, las recetas de espaguetis a la Annalisa y saltimbocca a la romana hacen que el lector insalive, pero el momento álgido ocurre cuando en Tailandia se pone a hacer una fideuá con fideos chinos de arroz, y encima le sale. Por algunos lados, la política: ante el comentario de que en Tailandia los comunistas se echan al monte y se unen a la guerrilla, Carvalho responde que en España los comunistas solo pierden las elecciones (la acción sucede en los días anteriores y posteriores a la victoria socialista de octubre de 1982). Y siempre el bisturí crítico y el humor ácido hacia todo lo que se mueve, el gran activo de la novela; en este sentido, me quedo con una frase que he subrayado en la página 126 de mi ejemplar: cuando Carvalho coge el avión hacia Bangkok, el detective (o el autor, directamente), ante el comportamiento de los viajeros españoles, concluye que Al fin y al cabo, cualquier inglés, francés, alemán, americano, chino, indio, árabe, cuando está en Asia está en su casa, y en cambio los españoles en cuanto salen de Calahorra están en el extranjero.




[1] Vázquez Montalbán, Manuel: Los pájaros de Bangkok.- RBA editores (Narrativa Actual n.º 77), [Barcelona 1995].- 286 págs. (20,5 x 12,5).

1 comentario:

  1. Tirarse al ruedo ya merece el mayor de los aplausos... con ironia siempre he pensado en el valor de los muletillas de postguerra, frente a los grandes ases del toro. Conclusión animo y al toro, que la afición esta anhelante de grandes faenas. Suerte y esperamos tus entradas y nuestra critica acerada dispuesta.

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