El siglo XVIII es el siglo de la razón, de la Ilustración:
todo está medido, todo está codificado, no hay sitio para la imaginación, no
hay lugar para las pasiones… afirmaciones estas que podrían provenir de
cualquier manual de historia (general, del arte, de la literatura, del
pensamiento, me es indiferente), que constituyen lugares comunes que se repiten
acríticamente y que son, simplemente, falsas. Antes del siglo XVIII los
artistas habían pintado la casi totalidad de las pasiones humanas; si
tuviéramos que quedarnos con un solo nombre en cuya obra aparecieran todas, la
elección no sería difícil: Shakespeare. Pero hay una que tendrá que esperar
precisamente al racional, mesurado y presuntamente frío siglo XVIII para
aflorar en toda su plenitud: el terror sobrenatural. Lo que hoy entendemos por
novela gótica surge en la segunda mitad de la centuria; suele considerarse que
su texto inaugural es de 1764: The Castle
of Otranto de Horace Walpole[1];
después de él, obras como The Monk
(1796) de Matthew G. Lewis[2],
Manuscrit trouvé à Saragosse (1804 a
1813) de Jan Potocki[3]
o Melmoth the Wander (1815) de
Charles Maturin[4]
configuran el género. Elementos que aparecen en casi todas ellas son los
pasadizos, las mazmorras, la oscuridad, la presencia de seres sobrenaturales y
las historias marginales que se insertan las unas en las otras como si de
muñecas rusas –el símil es tópico, pero plástico– se tratara; uno de los
escenarios más transitados por los autores es España, la España tópica de la Inquisición
y de la intolerancia religiosa, de las cárceles y de las torturas y de las
brujas y de los autos de fe: qué quieren ustedes, son elementos que dan mucho
juego literario.
William Beckford |
Suele encuadrarse el Vathek (1787) de William Beckford[5]
dentro de la novela gótica. Tengo mis propias reservas: la acción se desarrolla
durante el siglo IX en Oriente –Arabia, Persia, la India–, lo cual corresponde
más al relato oriental puesto de moda en la Europa dieciochesca tras la
publicación de la versión francesa de las Mil
y una noches (Antoine Galland, 1704-1717), del que Voltaire sacará tanto partido; el personaje principal vivió
realmente, se trata del noveno califa abasí al-Wathiq ibn Mutasim (842-847) tal y como se lee en el mismo comienzo
del relato:
Vathek,
noveno Califa de la estirpe de los Abbasidas, era hijo de Motassem y nieto de
Haroun Al-Rachid.[6]
Y, por último, la fuente del
terror no es la maldad a escala humana –la provocada, verbi gratia, por un
inquisidor sanguinario, por un bandolero ávido de matar o, incluso, por el
fantasma de un hombre, como sucede en las novelas góticas que he citado
anteriormente– sino a escala cósmica: es el mal en estado puro, es el mal
absoluto, es el propio Iblís –el equivalente musulmán al Satanás de los
cristianos– que aparece al final del texto.
La historia es, en esquema, un
viaje iniciático –casi como Die
Zauberflöte de Mozart, pero al revés, no hacia el bien sino hacia el mal–;
Vathek, hombre versado en todas las ciencias, es impulsada por su madre, la
griega Catharis, hacia el conocimiento absoluto, lo que le lleva a vender su
alma a un genio del mal, el Giaour[7];
a partir de ahí, el califa no cesa de cometer crímenes verdaderamente horrendos
–cada vez más horrendos– para poder ser admitido en el infierno de Iblís. Mallarmé
señaló famosamente que
La historia del califa Vathek comienza en lo
más alto de una torre, desde donde se lee el firmamento, para terminar en un
subterráneo encantado; […].[8]
Debo a Borges el descubrimiento
de Vathek; su memorable ensayo “Sobre
el Vathek de William Beckford”[9]
me impulsó a su lectura. Al glosar las últimas diez páginas, las
correspondientes a la descripción del infierno musulmán, dice
Yo afirmo que se trata del primer Infierno
realmente atroz de la literatura. Arriesgo esta paradoja: el más ilustre de los
avernos literarios, el dolente regno de
la Comedia [de Dante], no es un lugar atroz; es un lugar en el que
ocurren hechos atroces. La distinción es válida.[10]
Solo por visitar ese lugar –solo por
leer esas diez últimas páginas– merece la pena el relato de William Beckford.
[1]
Hay traducción
castellana: Walpole, Horace: El castillo de Otranto [The Castle of
Otranto].- [Ensayo introductorio de Mario Praz.-
Traducción de Julio Roca Baena].- Bruguera (Libro Amigo n.º 899), [Barcelona
1982].- 192 págs. (17,5 x 10,5).
[2]
Lewis,
Matthew G[regory]:
El monje [The Monk].- [Prólogo de
Carlo Frabetti.- Traducción de
Francisco Torres Oliver].- Bruguera (Libro Amigo n.º 635), [Barcelona 3
1985].- 411 págs. (17,5 x 10,5).
[3]
Potocki
[de Pilawa], Jan [Nepomucen]: Manuscrito encontrado en Zaragoza
[Manuscrit trouvé à Saragosse].- Prólogo de Julio Caro Baroja.- Traducción y nota biográfica de José Luis Cano.- Alianza Editorial (2013), [Madrid
2008].- 399 págs. (20 x 13). Es una versión a partir de la edición no completa de
Roger Caillois (París 1958, Gallimard) que reproduce la príncipe de San
Petersburgo (1804-1805) con algunos cambios y adiciones.
[4]
Maturin,
Charles Robert: Melmoth el errabundo [Melmoth the Wander].-
[Traducción de Francisco Torres Oliver].- Bruguera (Libro Amigo n.º 784), [Barcelona
1981].- 672 págs. (17,5 x 10,5).
[5]
Beckford,
William [Thomas]:
Vathek. Cuento árabe [Vathek, conte
árabe].- [Prólogo de Stéphane Mallarmé.-
Traducción de Manuel Serrat Crespo].- Bruguera (Libro Amigo n.º 940) [Barcelona
2 1985].- 157 págs. (17,5 x 10,5). Hay una edición mucho más
reciente publicada por Valdemar –editorial con un excelente fondo de narrativa
gótica y de terror– que, además del prólogo de Mallarmé, incluye algunos
episodios marginales que no figuran en la edición original y que tampoco lo
hacen en la edición de Bruguera que he manejado.
[7]
Lord Byron,
influenciado por Beckford, escribió en 1813 un poema titulado The Giaour, que a su vez influyó en el Tamerlane (1827) de Edgar Allan Poe.
[8]
Mallarmé,
Stéphane: “Prólogo
a Vathek (Edición de 1876)” [“Préface au Vathek
de William Beckford”], [traducción de Manuel Serrat Crespo], en Beckford, op. cit., pág. 8.
[9]
Incluido en las págs.
133 a 137 de Borges [Acevedo], Jorge
[Francisco Isidoro] Luis: Otras
inquisiciones.- Alianza Editorial (El Libro de Bolsillo n.º 604), Madrid [4
1985].- 194 págs. (18 x 11).
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