Antonio Buero Vallejo |
Hace casi exactamente un año dedicaba mis elucubraciones a
intentar esclarecer algunos aspectos acerca de la función que desempeñaba la
pintura en La fundación de Antonio Buero Vallejo. En aquella entrada me fijaba en las obras El arte de la pintura o El estudio del
artista de Johannes Vermeer de Delft (c.1666, Kunsthistorisches Museum,
Viena) y El matrimonio Arnolfini de
Jan van Eyck (1434, National Gallery, Londres) y prometía intentar aclarar, en
un futuro más cercano que lejano, el significado de Ratones en una jaula de Tom Murray (s. XIX). Ese es el propósito de
esta nota.
La cita sobre Tom Murray figura al
comienzo del cuadro segundo de la primera parte. Dice así:
Tomás.– (Caviloso.) Eso espero… (Pasa
hojas.) Monet… Van Gogh… Eso espero… (Enmudece. Asel lo mira, muy atento.) No conozco a este pintor. ¿Os
gusta?
Asel.– ¿Y a ti?
Tomás.– Dibujo sólido, pero flojo de tonos… (Tulio atiende.) Será un animalista
del siglo XIX.
Max.– ¿Un animalista?
Tomás.– Ya lo ves. Ratones en una jaula. Un
tema sórdido. (Durante estas palabras aparece Berta en la puerta, sonriente y sigilosa.) Hay algo
repelente en las expresiones de estos animales. (Sin que nadie repare en
ella, Berta avanza unos pasos. Tomás se inclina sobre el libro.) Tom
Murray. No sé quién es. (Ensimismado, Lino
modula sus gorjeos con la boca cerrada.)
Asel.– ¿Lo conoces, Tulio?
Tulio.– No. (Tomás se está incorporando lentamente. Sin volverse, parece intuir
la presencia de ella a sus espaldas.)
Asel.– ¿Y qué hacen esos pobres ratones? (Berta frunce las cejas y retrocede en
silencio.)
Tomás.– (Absorto.) ¿Qué hacen?
Asel.– Algo hacen o algo esperan.[1]
Para quienes no estén familiarizados con la obra, la fundación
a la que hace referencia el título no es sino una cárcel a la que la Tomás, el
personaje principal, ha transformado en su conciencia, con objeto de huir de
una realidad que le aterra, en una institución académica para investigadores y
creadores –por más señas, se ha señalado como fuente de inspiración la
Residencia de Estudiantes–. Por el contrario, sus compañeros de celda –Asel,
Max, Tulio y Lino– son perfectamente conscientes de su situación. En otro
plano, Berta es la novia de Tomás, pero no se trata de un personaje real sino
de una proyección de la mente del propio Tomás: de esta manera –y aunque el
espectador aún no lo sepa en este preciso momento de la representación– las
intervenciones de Berta no son sino un
reflejo del subconsciente enfermo del protagonista; en este sentido no está de
más para entender el contexto del fragmento citado que Berta es una
investigadora que trabaja con ratones y que tiene uno al que llama, como una
especie de homenaje a su novio, Tomasín. Pero que no se nos pierda de vista:
esto solo existe en la mente de Tomás.
Vamos ahora con Tom Murray. Buero nos informa de que se
trata de un pintor animalista del siglo XIX, de dibujo sólido pero flojo de
tonos. Su obra Ratones en una jaula es la única que se cita y su
significado simbólico no se le escapa al lector o al espectador avisado: hay un
doble paralelismo entre la jaula y la fundación-prisión y los ratones y
Tomasín-Tomás-sus compañeros.
Tomás no conoce a ese pintor. Yo tampoco. Así que me pongo a
investigar. Y como estamos en 2019 y no en 1974 –la fecha de estreno de La
fundación– pongo Tom Murray en Google e invito al lector a
que haga lo mismo. A ver qué pasa. La primera búsqueda no da resultados:
me sale un actor de cine mudo –que trabajó con Chaplin en algunas películas–,
un golfista y un escritor. Restrinjamos la búsqueda a Tom Murray painter: ahora
sí, aparecen varios, pero uno es estrictamente contemporáneo
a juzgar por el copyright de su página, otro es del siglo XVIII y un tercero
trabaja en la actualidad y por su currículo, estilo y firma –Thomas, no Tom–
es distinto al primero. Así que pongamos en el buscador Tom Murray Buero
Vallejo. Ahora sí comienzan a aparecer referencias, pero solo relacionadas
con La fundación: véase, por ejemplo, la entrada La pintura en La fundación, de
Buero Vallejo
de Isabel Domínguez,
o Buero
Vallejo, La fundación, Historia de una escalera del blog Cuaderno
de Rosa creatividad para las clases de Lengua y Literatura o la guía
de lectura de La fundación preparada por Carmen Aráez[2].
Parece que el tal Tom Murray no existiera fuera de La fundación.
Y esa es la clave: prácticamente todos
los estudios acerca de la obra de Buero reproducen acríticamente los datos aportados
por el dramaturgo y dan por buenas sus afirmaciones cronológicas, estilísticas y
de autoría acerca de Ratones en una jaula[3]. Pero
la hipótesis correcta es justo la contraria: Murray es otra invención de Tomás que
se inserta en la realidad hasta el punto –y he ahí la habilidad de Buero– de que
el lector, el espectador, el historiador de la literatura dan por real lo que
solo es ficticio. Es darles la vuelta a los límites de la realidad y de la
ficción hasta convertir la una en la otra y la segunda en la primera, lo que
constituye el tema último de La fundación.
Fue Eric W. Pennington –hasta
donde he podido investigar– quien señaló, en un libro de 2010[4],
el trampantojo. Es decir, don Antonio nos mantuvo engañados durante la friolera
de treinta y seis años y, como he tratado de mostrar, dicha mistificación aún
es desconocida por muchos de quienes nos ocupamos de La fundación. Dice Pennington:
The most baffling reference to a work of art is
without doubt the mention of Tom Murray, who, presumably, is a nineteenth
century “animalist painter”. His painting depicts rats in a cage, and the image
does not sit very well with Tomás at all. It would appear that Buero has turned
towards the Borgesian mode of narration, in this case. No such artist exists in
the annals of art history. Two significant clues to the nonexistence of this
imagined artist and his work are given in the text. First, Tulio is apparently
extremely well-versed in these world-famous masterpieces of Western Art.
Second, Tomás himself is no dilettante. Although he may be rusty on the
details, we need to remember that everything Tomás says about these paintings
is not coming from a book. It comes from his memory. He knows a lot about great
art. Therefore, when neither Tulio nor Tomás recognize the artist Tom Murray or
his painting, our curiosity is heightened as to the question of this artist’s
actual existence. If Tulio is not familiar with this artist, he most likely
does not exist.[5]
Permítaseme concluir remarcando
la expresión the Borgesian mode of narration, el modo de narración
borgiano: creo que es la primera vez que veo señalar una relación –por otro
lado, cuando se cae en ello, tan evidente– entre ambos autores.
[1]
Cf. Buero Vallejo, Antonio, Obra completa.
I. Teatro,
edición crítica de Luis Iglesias Feijoo
y Mariano de Paco [Serrano] (Espasa
Calpe, Madrid [1994]), pág. 1436. La fundación se halla, en esta
edición, entre las págs. 1409 y 1499.
[2]
Consultadas el 3 de noviembre de 2019.
[3]
Así, en Baena Peña, Enrique;
y Cuevas García, Cristóbal (dirs.),
El teatro de Buero Vallejo, texto y espectáculo: actas del III Congreso de
Literatura Española Contemporánea, Universidad de Málaga, 14, 15, 16 y 17 de
noviembre de 1989 (Anthropos Editorial, 1989), puede leerse en nota ubicada
en la pág. 332 que […] el enajenado prisionero reitera esa alegoría
(obsesiva en él) en la descripción de unas inexistentes reproducciones de un no
menos inexistente libro de pintura, en el que se pueden ver Ratones en una
jaula, cuadro de Tom Murray; o en la pág. 106 de Lasala Benavides, Lola, Estudio crítico de La
fundación de Buero Vallejo. Holograma o libertad (Mira Editores,
[Zaragoza 2015]), que dice: También se alude a otro pintor menos conocido,
Tom Murray, animalista del siglo XIX, cuyo cuadro muestra unos ratones
enjaulados.
[4] Pennington, Eric W[ayne]: Approaching the
Theater of Antonio Buero Vallejo: Contemporary Literary Analyses from
Structuralism to Postmodernism.- Peter
Lang.- New York-etc. [2010].- 373 pages.
[5]
La referencia más desconcertante a una obra de arte es, sin duda, la mención
de Tom Murray, quien, presumiblemente, es un pintor animalista del siglo
XIX. Su pintura representa las ratas en una jaula y la imagen no le sienta muy
bien a Tomás. Parecería que Buero se ha vuelto en este caso hacia el modo de
narración borgiano: no existe tal artista en los anales de la historia del arte.
En el texto se dan dos pistas importantes sobre la inexistencia de este artista
imaginado y de su obra. En primer lugar, Tulio conoce aparentemente muy bien estas
obras maestras, mundialmente famosas, del arte occidental; en segundo lugar, el
propio Tomás no es un diletante y, aunque puede estar oxidado en los detalles,
debemos recordar que todo lo que Tomás dice sobre estas pinturas no proviene de
un libro, proviene de su memoria: él sabe mucho de arte. Por tanto, cuando ni
Tulio ni Tomás reconocen al artista Tom Murray ni su pintura, nuestra
curiosidad aumenta en cuanto a la cuestión de la existencia real de este
artista. Si Tulio no está familiarizado con este artista, lo más probable es
que no exista. Pennington, op.
cit., pág. 254.