Primera edición de la primera parte del Quijote |
Las estéticas barrocas plantean la inexistencia de una línea
divisoria entre lo que, desde una posición filosóficamente más realista,
denominamos realidad y ficción. Cuando leemos, pongo por caso, Le comte de Monte-Cristo, estamos
razonablemente seguros de que existen dos universos paralelos: más allá de la superficie del papel está
el mundo de Edmond Dantès y del abate Faria, del castillo de If y de los
salones parisinos, de los nobles y los banqueros de la Restauración francesa; más acá de la superficie del papel
estamos nosotros, los lectores, confortablemente instalados en nuestra butaca,
disfrutando de la peripecia con la seguridad de sabernos espectadores de una
historia le pasa a otro. Cuando nos adentramos en el Quijote[1],
los límites se rompen: en el capítulo LIX de la segunda parte el hidalgo
tiene en sus manos la falsa continuación de sus aventuras, lo que hace que
desista de asistir a unas justas en Zaragoza diciendo:
—Por el mismo caso
[…] no pondré los pies en Zaragoza y así sacaré a la plaza del mundo la mentira
dese historiador moderno, y echarán de ver las gentes como yo no soy el don
Quijote que él dice.
Así, el Quijote de
Avellaneda, que está más acá de la
superficie del papel, cambia la historia que está más allá de dicha superficie.
A mayor abundamiento, poco después (capítulo LXII de la segunda parte)
don Quijote llega a Barcelona y entra en una imprenta:
Pasó
adelante y vio que asimesmo estaban corrigiendo otro libro, y, preguntando su
título, le respondieron que se llamaba la Segunda parte del ingenioso hidalgo don
Quijote de la Mancha, compuesta
por un tal, vecino de Tordesillas.
Velázquez, Las Meninas |
—Ya yo tengo
noticia deste libro —dijo don Quijote—, y en verdad y en mi conciencia que
pensé que ya estaba quemado y hecho polvos por impertinente; pero su San Martín
se le llegará como a cada puerco, que las historias fingidas tanto tienen de
buenas y de deleitables cuanto se llegan a la verdad o la semejanza della, y
las verdaderas tanto son mejores cuanto son más verdaderas.
La historia verdadera es la fingida, la escrita
por Cervantes (perdón, por Cide Hamete Benengeli: multipliquemos el juego de
las autorías, reales o fingidas, ad
infinitum); la de Avellaneda, que existe en la realidad, es cualquier cosa
menos verdadera.
Sigamos en el barroco y sentémonos ante Las Meninas[2]:
el pintor de cámara, Velázquez, está pintando a los reyes Felipe IV y
Mariana de Austria, según vemos en el espejo del fondo; nosotros, los
espectadores, compartimos el espacio de los retratados mientras vemos el
bastidor en que se sostiene el lienzo: la presencia de ese bastidor en mitad
del cuadro provoca que lo que está más
acá de la superficie pintada –nuestro mundo real– se convierta en lo
pintado, en lo fingido, mientras que lo que está más allá de la superficie pintada se pueble de personajes –la
infanta Margarita, las meninas María Agustina Sarmiento e Isabel de Velasco, los
enanos Mari Bárbola y Nicolasito Pertusato, la dama de honor Marcela de Ulloa,
el aposentador José Nieto, el propio Velázquez y un mastín que entrecierra los
ojos sabiéndose inmortal– que observan cómo se pinta la realidad del más acá. En último término, lo real y lo
irreal se confunden en una sola realidad.
Jorge Luis Borges |
Borges, al que fascinaban estos juegos de
espejos, imaginó una sociedad de sabios que creó un mundo ab nihilo e insertó objetos del mundo creado en nuestro mundo real[3];
el mismo Borges, en el ensayo “La flor de Coleridge”[4],
reproduce una nota del poeta inglés en que
se lee lo siguiente:
Si un hombre
atravesara el Paraíso en un sueño, y le dieran una flor como prueba de que
había estado allí, y si al despertar encontrara esa flor en su mano… ¿entonces,
qué?
Julio Cortázar |
Todas estas reflexiones han venido motivadas
por el descubrimiento de un cuento de 1964 de Julio Cortázar, “Continuidad de
los parques”[5],
en la que el protagonista, arrellanado en
su sillón favorito, se enfrasca en la conclusión de una novela totalmente absorbente;
en solo dos páginas Cortázar consigue construir un relato en el que el límite
entre lo real y lo irreal no es que sea difuso, es que directamente no existe.
No quiero destripar el relato (creo que esto en inglés se llama spoiler): mi objeto es provocar la
curiosidad que anime a su lectura.[6]
[1]
La edición del Quijote que siempre he utilizado es la
que compré en mis años escolares y que aún conservo, casi desencuadernada y con
un montón de notas manuscritas a lápiz: Cervantes
[Saavedra], Miguel de: El
ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha.- Edición, introducción y notas
de Martín de Riquer [Morera].- Planeta
(Clásicos Universales Planeta n.º 1), [Barcelona 2 1981].- LXXXVIII
+ 1183 págs., 2 ilustr. en negro (17,5 x 11,5). El valiosísimo contenido de las
notas de esa edición se puede consultar en el siguiente volumen: Riquer [Morera], Martín de: Aproximación
al Quijote.- Prólogo de Dámaso Alonso
[y Fernández de las Redondas].- Salvat Editores, S. A. - Alianza
Editorial, S. A. (Biblioteca Básica Salvat n.º 49), [Estella 1970]. No
obstante, y saltando por encima de mis querencias sentimentales como lector, debo
reconocer que las bibliotecas digitales proporcionan una enorme cantidad de
recursos para aproximarse al texto cervantino: desde el facsímil de la edición
príncipe por parte de la Biblioteca Nacional (http://quijote.bne.es/libro.html) hasta la edición crítica
del Centro Virtual Cervantes dirigida por Francisco Rico (http://cvc.cervantes.es/literatura/clasicos/quijote). Quien no lea el Quijote es porque no quiere.
[3]
“Tlön, Uqbar, Orbis
Tertius”, en Borges [Acevedo], Jorge [Francisco
Isidoro] Luis: Ficciones. Relatos.-
Planeta (Narrativa n.º 12), [Barcelona 1979].- 187 págs. (21 x 13).
[4]
Incluido en Borges [Acevedo], Jorge [Francisco Isidoro]
Luis: Otras inquisiciones.- Alianza
Editorial (El Libro de Bolsillo n.º 604), Madrid [4 1985].- 194
págs. (18 x 11).
[5]
Está incluido en Los relatos (2), Alianza Editorial, S.
A., Madrid, pero lo descubrí en las págs. 15-16 del volumen conmemorativo del
octogésimo quinto aniversario de la Casa del Libro y cuya ficha reproduzco: Cercas [Mena], Javier; Cortázar [Descotte], Julio
[Florencio]; Azúa [Comella], Félix de; García Hortelano, Juan; Hanff, Helene;
Heller, Joseph; Hemingway, Ernest; James, P[hyllis] D[orothy]; Kafka, Franz;
Khadra, Yasmina [seud. de Mohammed
Moulessehoul]; Manguel, Alberto; Millás [García], Juan José; Trapiello, Andrés
[García]; Parker, Dorothy; Peri Rossi, Cristina; Poe, Edgar Allan; Rodari,
Gianni; Savater [Ortiz], Fernando [Fernández - ]; Sabato [Ferrari], Ernesto;
Tusquets, Esther; Vázquez Montalbán, Manuel; Vila - Matas, Enrique; Zambrano
[Alarcón], María; y Zschirnt,
Christiane: BiblioRelatos.- [Casa
del Libro, Barcelona 2008].- 255 págs. (19 x 12,5).
[6]
Por si lo he
conseguido, he aquí el enlace: http://web.archive.org/web/20150528114556/http://www.ciudadseva.com/textos/cuentos/esp/cortazar/continui.htm
El asunto me ha recordado el libro "Der Spiegel im Spiegel", de Michael Ende, que no puedo recomendar, sin embargo, porque todavía está en la cola de lectura. Pero más espejos geht's nicht!
ResponderEliminarO sí: "Spiegel im Spiegel" de Arvo Pärt: https://play.spotify.com/track/7e65IFpNYP1HAK4hYL1vZi
No sé si podría abordar la grabacion que propones... mi alemán no es lo suficientemente bueno. En cuanto a Michael Ende, es un buen ejemplo de lo que he querido decir en la entrada: mea culpa por olvidar que en "La historia interminable" el lector tiene en las manos el mismo libro que tiene el niño protagonista que lee la historia que a él mismo le está pasando: es una de las mayores multiplicaciones de planos narrativos coherente que recuerdo. En cuanto a "Der Spiegel im Spiegel" hay traducción española (Cátedra, 2014), por lo que no tengo problema con el alemán: voy a ver si me hago con un ejemplar y te cuento qué me parece.
Eliminar¡Y gracias por el relato de Cortázar!
ResponderEliminarGracias a ti, por leerlo...
EliminarMuy buena entrada, me gusta y comparto
ResponderEliminarMe encanta que te guste. A ver si mantengo el nivel,,,
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