En estos días estamos asistiendo a una serie de
acontecimientos que, se quiera o no se quiera, tendrán su reflejo en los libros
de historia que se escriban en el futuro. He oído –y he leído, hacía mucho que
no dedicaba tanto tiempo a leer tantos periódicos– a políticos, a escritores, a
juristas, a músicos, a economistas, a periodistas, a intelectuales e incluso a
algún miembro del mundillo de la farándula. He echado de menos a los historiadores,
no para decir adónde vamos –no es nuestra función primera, aunque modelos de
proyección de futuro sí hay algunos– sino de dónde venimos –se nos paga para
eso, si es que se nos paga–. Y sin embargo, creo que la historia académica
tiene mucho que decir: en primer lugar, para explicar los orígenes del
nacionalismo catalán, de este nacionalismo
catalán que aúna, por primera vez, a la representación política de la burguesía
financiera, mercantil e industrial, al republicanismo de izquierda y –he aquí la
novedad– a la extrema izquierda de raíz anarquista; y en segundo lugar, para
señalar las posibles tergiversaciones que de los hechos históricos se están
haciendo, fundamentalmente –pero no solo– desde las posiciones nacionalistas.
El primer objetivo excede, en este momento, mis fuerzas; abordar el segundo
–sin pretensión alguna de dar a conocer aspectos que no se sepan, pero sí con
el ánimo de divulgarlos– es el objetivo de estas líneas.
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Genealogía de los reyes de Aragón |
Si el lector desea que un aragonés le mande a escaparrar –permítaseme el sonoro
aragonesismo–, méntele la corona
catalanoaragonesa o háblele de los reyes
de Cataluña: no le arriendo la ganancia. Ni una cosa ni los otros han
existido, objetivamente, nunca. La unión entre Aragón y Cataluña –la Corona de Aragón,
esto sí– fue la consecuencia del contrato de esponsales entre Petronila, hija
del rey de Aragón Ramiro II el Monje (1134-1157) y el conde de Barcelona Ramón Berenguer
IV (1131-1162), el 11 de agosto de 1137. En la Carta de donación del reino de Aragón otorgada por el rey Ramiro II al
conde Ramón Berenguer IV de Barcelona[1]
se lee:
En
el nombre de Dios. Yo Ramiro, por la gracia de Dios rey de los aragoneses, te
doy a ti, Ramón, conde y marqués de los barceloneses, a mi hija[2]
como mujer, con todo el reino aragonés íntegramente, como mi padre el rey
Sancho[3]
y mis hermanos Pedro[4]
y Alfonso[5]
siempre mejor lo hubieron y tuvieron […]. Y te encomiendo a todos los hombres del
citado reino bajo homenaje y juramento, para que te sean fieles durante toda tu
vida, […].
Y
todo lo arriba escrito, yo el citado rey Ramiro te lo hago a ti Ramón, conde y
marqués de los barceloneses, de tal modo que si mi hija muriese antes y tú
sobrevivieses, tengas la donación del citado reino libremente e inmutable, sin
ningún impedimento, después de mi muerte. Pero en tanto, si quisiere hacerte
mientras viva cualquier aumento o entrega de honores o castillos en el citado
Reino, permanezca bajo la citada fidelidad del homenaje firme e inmutable; y yo
el citado rey Ramiro seré rey, señor y padre en el citado reino y en todos los
condados hasta que me plazca.
Nótense tres cosas: en primer lugar, se trata una donación
del rey de Aragón al conde de Barcelona; en segundo lugar, en todo momento
queda claro los respectivos título real y condal de ambos; y en tercer lugar,
aun cuando de hecho Ramón Berenguer IV gobernó de manera efectiva con el título
de prínceps de Aragón hasta su muerte
en 1162, el rey siguió siendo Ramiro –hasta
que me plazca– y, tras su fallecimiento en 1157, la reina, Petronila; solo
el hijo de ambos, Alfonso II el Casto (1164-1196)
será al mismo tiempo rey de Aragón y conde de Barcelona.[6]
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Corpus de sangre, Hermenegildo Miralles (1910) |
El 7 de junio de 1640 tuvo lugar la insurrección –cuyas
causas hay que buscar, sin duda, en la política torpe y falta de tacto del valido
real don Gaspar de Guzmán, conde-duque de Olivares– que supuso la separación de
Cataluña de la monarquía de Felipe IV (1621-1665) hasta 1652 de hecho (toma de Barcelona
por Juan José de Austria, el bastardo real) y hasta 1659 de derecho (paz de los
Pirineos). Esa fecha es conocida en los libros como Corpus de sangre porque los campesinos –los segadores, els segadors del himno– se concentraron en
Barcelona –como era tradicional en la fiesta del corpus–, se manifestaron y
empezaron a tirar de hoz y faca hasta provocar una sangría de cierta dimensión en
la que cayó el propio virrey Dalmau de Queralt[7],
conde de Santa Coloma. A partir de ese momento Cataluña se consideró
desvinculada de la monarquía de los Habsburgo, pero –y he aquí lo que se suele
escamotear– buscó la protección del todopoderoso valido francés, el cardenal
Richelieu[8],
quien accedió a cambio de que se nombrara conde de Barcelona al rey de Francia,
Luis XIII (1610-1643). En el Acuerdo del
Consejo de Ciento de la ciudad de Barcelona de enero de 1641[9] se
lee
Muy
Ilustre Señor: En la Junta de Brazos tenida el 16 del corriente[10],
resolvió V. Señoría que aceptáramos la protección que el señor Du Plessis
Besansón[11]
nos ofreció en nombre de su Rey[12],
para que redujéramos el gobierno en forma de República, con los pactos y
condiciones que entre Su Majestad Cristianísima[13]
y el Principado de Cataluña y Condados de Rosellón y Cerdaña se concertaran, al
que se adhirió el sabio Consejo de Ciento el 17 del mismo.
[…]
Hoy, estas Provincias y Ciudad están tan exhaustas que es imposible poder
sustentar largo tiempo los gastos de la guerra, que ya tenemos a las puertas de
esta Ciudad, y está ella y toda la provincia en notable peligro de perderse, a
no ser con un gran y pronto socorro de caballería e infantería pagada, la cual
no podemos esperar más que de Su Majestad Cristianísima. Pero según las
noticias que tenemos no se expondrá a tan gran gasto con la prontitud y fervor
que la necesidad exige, a no ser que la provincia se ponga bajo su obediencia
(como ya en tiempos de Carlomagno[14]
hicieron nuestros antepasados), con pactos en que nos jure y observe nuestros
Usatges, Constituciones, Capítulos y Actos de Corte, […].
Resolución
de los brazos: Que se hagan como se propone, con todas las advertencias que se
han hecho y se hagan; y que mientras tanto se haga saber al sabio Consejo de
Ciento lo que resuelvan los presentes brazos, y que no se disgreguen aquellos
hasta que no se sepa lo que resuelva dicho sabio Consejo de Ciento.
***
El 6 de octubre de 1934 el presidente de la Generalitat, Lluís Companys, proclamaba
la república catalana –esto sí que ha sido profusamente recordado en la prensa–
en el marco de los sucesos del mes de octubre de ese año[15].
Lo que a veces callan ciertos manuales es que fue dentro de la República Federal Española; esto lo cuenta magistralmente
Raymond Carr:
Lluís Companys i Jover |
Companys,
atrapado por su propia violencia retórica, creyó que o bien debía emplear la
fuerza contra estos extremistas[16]
o bien tenía que “dirigir” el movimiento él mismo, proclamando una República
catalana. Sabía que algunos dirigentes republicanos, como Azaña, consideraban
desastrosa esta última solución, pero no disponía de la fuerza necesaria para
oponerse a ella. […] Tras apelar a la moderación, y en la errónea creencia de
que toda España estaba en rebelión, se pronunció por una República catalana
dentro de la República federal de España (6 de octubre), reviviendo así la
antigua doctrina federal de Pi y Margall para salvar la vinculación a España.[17]
A este respecto, voy a aportar un documento que creo
interesante; en la alocución de Companys en la plaza de Sant Jaume del día 6 de
octubre, el president dijo[18]
Ciudadanos
de la República, levantaos en armas contra el gobierno monarquizante y fascista
de Lerroux[19],
que quiere abolir las reformas sociales y desvirtuar el Estado, la Reforma
agraria, leyes sociales y leyes catalanas. La República ha sido traicionada;
todos los pueblos están al lado de la República del 14 de abril, que no toleran a los que quieren
esclavizar a los obreros y separar a los
pueblos. El Estado catalán, dentro de la República española, tiene a su lado a
todos los republicanos españoles, y le cabe el honor de ser provisionalmente el
verdadero Gobierno de España.
Las
fuerzas que hasta ahora permanecen al lado del monarquizante Lerroux, abandonan
el camino del deshonor del Gobierno decadente y se suman a la revolución. Españoles todos, salvad la República. A
las armas, uníos, defendeos. ¡Viva la República! ¡Viva la libertad!
Las negritas son mías: no voy a incidir en lo que Raymond
Carr denominaba salvar la vinculación a
España.
[1] Cito a partir de las págs.
552-553 –donde también figura el texto original en latín– de García-Gallo [de Diego], Alfonso: Manual de historia del Derecho español. II.
Metodología histórico-jurídica. Antología de fuentes del Derecho español.
Novena edición revisada.- Madrid 91982.- XC + 1298 págs. (21 x
14).
[2] Petronila I (1157-1164).
[3] Sancho Ramírez (1063-1094,
aunque el título de rey lo adquirió en 1076).
[4] Pedro I (1094-1104).
[5] Alfonso I el Batallador (1104-1134).
[6]
En la ilustración
adjunta, perteneciente a la Genealogía de
los reyes de Aragón o Rollo de Poblet
(c.1396-1409), manuscrito sobre pergamino encargado por el rey de Aragón
Martín I el Humano (1396-1410), se
lee Ramo[n] b[ere]ng[uer]: co[n]te,
Pe[t]ronella: reyna y Alfons[o]: rey;
Petronila aparece con los atributos de la realeza –corona, manto, cetro y
bola del mundo– mientras Ramón Berenguer le presenta el anillo nupcial.
[7]
¡Qué nombre tan
deliciosamente poco castellano!
[8]
Recuérdese que en este
momento España y Francia se hallan enfrentadas en la Guerra de los Treinta Años
(1618-1648).
[9] Cf. García-Gallo, op. cit., págs. 983-984.
[10] Enero de 1641.
[11] Sic. Bernard du
Plessis-Besançon, enviado a Cataluña como embajador por el cardenal Richelieu.
[12] Luis XIII de Francia.
[13] Título honorífico del rey de
Francia.
[14] Evidentemente, Carlos I, rey
de los francos (768-814) y emperador (800-814).
[15] Básicamente, la revolución
de Asturias y la posterior represión militar.
[16] Se refiere a los
nacionalistas extremos dirigidos por Josep Dencàs y los hermanos Miquel y Josep
Badía; el primero es una figura poco conocida del nacionalismo catalán cuya
perniciosa influencia debería ser más divulgada; de los segundos, baste
recordar la implicación de Miquel en el intento de asesinato de Alfonso XIII de
España (1902-1931) en 1925.
[17] Cf. págs. 606-607 de Carr, [sir] Raymond: España 1808-1975. Edición española corregida
y aumentada por el autor [Spain 1808-1939, trad. de Juan Ramón Capella,
Jorge Garzolini, Gabriela Ostberg y Horacio Vázquez Rial].- Editorial Ariel, S.
A. (Historia), Barcelona [1982].- 827 págs., 266 ilustr. en negro en láminas, 4
mapas, 2 tablas, 1 gráfico y 1 esquema genealógico en negro (22,5 x 15,5). Hay
ediciones posteriores que llegan hasta fechas más recientes, pero siempre que
puedo utilizo la que me regaló mi padre cuando acabé COU y decidí, en contra de
su criterio, estudiar historia: el lector puede imaginar el enorme cariño que
le tengo.
[18] ABC, domingo 7 de octubre de 1934, edición de la mañana, pág. 27.
Se puede consultar en http://hemeroteca.abc.es/nav/Navigate.exe/hemeroteca/madrid/abc/1934/10/07/005.html, y ya de paso aprovecho y pondero
la utilidad del esfuerzo que ha hecho la empresa editora de ABC para digitalizar todos sus fondos y
ponerlos a disposición del público en general; ahí va el enlace de la página donde
se halla el buscador: http://hemeroteca.abc.es.
[19] Alejandro Lerroux, a la
sazón el presidente del Consejo de Ministros.