La Fe |
A tenor de las estadísticas que ofrece la plataforma donde
alojo este blog, la entrada más popular –la que ha recibido más visitas– es la
que publiqué el 28 de febrero de 2016; en ella especulaba con que una escultura
que puede contemplarse en el Museo del Prado, Isabel II, velada (1855), de Camillo Torreggiani,
respondiera a la iconografía canónica de la religión y que escondiera el
propósito de mostrar a Isabel II de España como la defensora de la fe católica.
Esta pretensión de la reina, dicho sea solo de paso, la describe magníficamente
Valle-Inclán en “La Rosa de Oro”, libro segundo del tomo primero (“La corte de
los milagros”) de El ruedo ibérico[1], si
bien los hechos narrados se refieren a una época posterior del reinado, el de
los últimos meses de Isabel II como soberana de España.
Pues bien, visitando otro de los
museos madrileños que frecuento, el de la Real Academia de Bellas Artes de San
Fernando, hallo una obra que me recuerda enormemente a la de Torreggiani y que
me reafirma en la hipótesis que planteé entonces: se trata de La Fe (1752 a 1753) de Luis Salvador
Carmona. El modelo iconográfico es claramente el mismo y el título –aunque
según la ficha técnica[2]
su denominación anterior fue Vestal– hace
referencia a la fe por antonomasia en la España del XVIII, la católica. La
lectura de su cartela aporta, además, otros datos de interés:
Este busto de mujer cubierta por un velo,
magníficamente trabajada, representa la Fe. Es probable que Salvador Carmona,
mientras trabajaba en el Palacio de San Ildefonso de La Granja (Segovia), conociera
una escultura atribuida a Antonio Corradini, un escultor italiano del siglo
XVIII que se hizo famoso por sus estatuas veladas, y la copiara.
Si el lector tiene la amabilidad
de revisar mi
entrada anterior, podrá comprobar que mi amigo Jesús, el muniqués de
adopción, me había señalado a Corradini como posible fuente de Torreggiani. Quizá
el español Luis Salvador Carmona sea el eslabón iconográfico perdido entre los
dos escultores italianos.
***
Familia de esqueletos |
Frente a La Fe se puede contemplar un cuadro verdaderamente delicioso. Bueno,
delicioso si a uno le gusta el humor negro; si no, se trata de una pintura verdaderamente
horrible: Familia de esqueletos, de
José López Enguidanos y Perlés (1760-1812)[3].
Al parecer, López Enguidanos dedicó buena parte de su trabajo a los estudios
anatómicos aplicados al dibujo y a la pintura, y de ello es prueba esta obra. No
tiene nada que ver con la imagen del poder, pero en mis visitas a la Academia
no puedo dejar de pararme ante este óleo y preguntarme si realmente se trata de
un estudio de anatomía o si responde a ese gusto morboso por la muerte tan
propio del prerromanticismo europeo. Estos cuatro esqueletitos son tan
tiernamente domésticos…
***
Unas pocas salas más allá de
donde se exhiben La Fe y Familia de Esqueletos se ubica una obra
que, a mi juicio, carece de valor artístico pero que presenta un enorme valor
testimonial desde el punto de vista que estoy intentando abordar, es decir, desde
la imagen que el poder quiere dar de sí mismo: me refiero a Árbol genealógico de la ascendencia de Godoy
(1804) de Cayetano Rodríguez[4].
Si hay alguien que se haya encumbrado a lo más alto partiendo desde una
posición tan baja, ese es Godoy: siempre fue considerado, tanto por sus
contemporáneos como por gran parte de la historiografía[5],
como un advenedizo. Por el contrario, el todopoderoso ministro que llegó a
titularse Príncipe de la Paz y que emparentó
con la casa real por su matrimonio con María Teresa de Borbón y Vallabriga
siempre se presentó como del más rancio abolengo. A este respecto, resulta
revelador el capítulo II (“Mi nacimiento, mi casa y los primeros años de mi
vida”) de la primera parte de sus Memorias[6], donde
puede leerse
Fueron mis padres don José de Godoy y doña
Antonia Álvarez de Faria; su clase, la de nobles […].[7]
Con ese de nobles queda todo dicho, porque no es lo mismo alta que baja nobleza, y la supresión del adjetivo no parece casual. Más
adelante puede leerse
Agraciado por el señor don Carlos IV con la
Cruz de la Orden Militar de Caballeros de Santiago, donde nadie es recibido sin
probar nobleza no interrumpida en sus ocho grados, hizo el Orden mis pruebas
con su rigidez inflexible, y en ellas encontraron otros muchos de mis mayores,
condecorados de igual modo y aun en grado más alto, uno de ellos Pedro Muñiz
Godoy, maestre que fue de las dos Órdenes Militares de España que haya
acumulado dos maestrazgos. Favorecido que fui después más ampliamente y elevado
a la grandeza, el Supremo Consejo de Castilla, a quien competía hacer las
pruebas para el recibimiento, en esta clase, practicadas éstas con la severidad
que acostumbraba aquel Consejo, expuso al rey que en muchos años no se había
ofrecido una prueba de nobleza más completa. Estas pruebas se repitieron muchas
veces cuando me honró el rey con otras varias distinciones que requerían estas
solemnidades rigorosas.[8]
Dentro de este empeño de Godoy de
mostrar su alta estirpe se inserta el cuadro que me ocupa, Árbol genealógico de la ascendencia de Godoy; es un óleo de más de
tres metros de alto por más de dos metros de ancho –ocupa una pared de arriba abajo–
en el que, a modo de árbol de Jesé, el príncipe de la Paz ocupa la casilla numerada
con el 413 de un total de cuatrocientos diecinueve compartimentos con otros
tantos nombres de ascendientes y descendientes. El rótulo informativo con el
que la Academia aclara la intención de la obra no tiene desperdicio:
Árbol genealógico de la ascendencia de Godoy |
Sobre Godoy escribe, irónico, el embajador
francés: “Los genealogistas han probado (…) que los Godoy tienen estrecho
parentesco con las Casas de Estuardo y de Baviera y que descienden de los reyes
de Portugal.” Una cartela, acompañada del incienso adulador, reza: “Ex.mo
S.or / D. Manuel de Godoy, Príncipe de la Paz &a. Grande
de España / de 1.ª Clase Caballero de las Insignes Ordenes que demuestra su / Escudo:
Consejero de Estado, Gentil Hombre de Camara con / Exercicio: Generalismo [sic]
de Mar y Tierra: Coronel General de Suizos. &.a &.a”.
Desde sus padres “D. Josef de Godoy y Rios” y “D.a Antonia Albarez
de Faria Sanchez de Sarzosa”, la enorme genealogía llega hasta parentescos
imaginarios con Fernán González y Alonso III de Portugal, entre otros. El
escudo ostenta las cruces de Cristo, de Santiago y de San Juan de Jerusalén
(Malta), los collares del Toisón y de Carlos III. Sobre la corona de príncipe,
el dios bifronte Juno simboliza al estadista que conociendo el pasado gobierna
el porvenir. La cenefa, inacabada, muestra docenas de apellidos y escudos
nobiliarios.
No sé si es posible superar el nivel
de autobombo alcanzado por Godoy al encargar esta obra. ¿Por qué los poderosos
tienden a olvidar aquel fragmento del capítulo XLII del Quijote, el titulado “De los consejos que dio don Quijote a Sancho
Panza antes que fuese a gobernar la ínsula, con otras cosas bien
consideradas”?:
Haz gala, Sancho, de la humildad de tu
linaje, y no te desprecies de decir que vienes de labradores; porque viendo que
no te corres, ninguno se pondrá a correrte, y préciate más de ser humilde
virtuoso que pecador soberbio. Inumerables son aquellos que de baja estirpe
nacidos, han subido a la suma dignidad pontificia e imperatoria; y desta verdad
te pudiera traer tantos ejemplos, que te cansaran. Mira, Sancho: si tomas por
medio a la virtud y te precias de hacer hechos virtuosos, no hay para qué tener
envidia a los que los tienen de príncipes y señores; porque la sangre se
hereda, y la virtud se aquista, y la virtud vale por sí sola lo que la sangre
no vale.[9]
[1]
Valle - Inclán, Ramón [María] del
[seud. de Ramón Valle Peña]: El ruedo ibérico.- Edición de Diego Martínez Torrón.- Cátedra (Letras
Hispánicas n.º 772), [Madrid 2017].- 940 págs. (21 x 13,5). La sección “La Rosa
de Oro” ocupa las páginas 76 a 102 de esta edición y su título hace referencia
a la concesión a la reina, por parte del papa Pío IX, de la distinción
pontificia de dicho nombre.
[3] Ahí va la ficha: https://www.academiacolecciones.com/pinturas/inventario.php?id=0078.
[5]
Sobre los orígenes
familiares de Godoy, cf. págs. 9-10 de Madol,
Hans Roger: Godoy [Godoy.- Trad.
de G. Sans Huelin y M. Sandmann].- Alianza Editorial (El Libro de Bolsillo n.º
11), Madrid [1966].- 282 págs. (18 x 11); págs. 33-34 de Seco Serrano, Carlos: Godoy. El hombre y el político.- Prólogo
de Miguel Artola Gallego.- Espasa
- Calpe, S. A. (Selecciones Austral n.º 34), Madrid 1978.- 222 págs., ilustr.
en negro (17,5 x 11); y págs. 53-62 de La
Parra López, Emilio: Manuel Godoy.
La aventura del poder.- [Prólogo de Carlos Seco
Serrano].- Tusquets editores (Fábula n.º 239), [Barcelona 2005].- 583
págs. (21 x 14). Aunque se trata de tres biografías que presentan al personaje
desde ópticas diferentes (si Madol es una de las principales fuentes
secundarias para la difusión de la leyenda negra que hace de Godoy la fuente de
prácticamente todos los males de España, La Parra, por el contrario, adopta una
postura que en buena medida pretende rehabilitar al personaje), las tres
coinciden en que el origen del biografiado hay que buscarlo en la baja nobleza
provinciana.
[6] Godoy [y Álvarez de Faria, Manuel]: Memorias de ---. Primera edición abreviada de Memorias críticas y
apologéticas para la historia del reinado del Señor D. Carlos IV de Borbón.- Estudio
preliminar y edición [de] Enrique Rúspoli
Morenés.- La Esfera de los Libros, [Madrid 2008].- CXIII + 935 págs.,
láminas en color (25 x 16,5); en notas posteriores citaré con la paginación de
esta edición.
[7]
Memorias, pág. 12.
[8]
Memorias, págs. 12-13.
[9]
Cito a
partir de la edición digital de www.cervantesvirtual.com basada en la edición de
Madrid, Ediciones de La Lectura, 1911-1913: http://www.cervantesvirtual.com/obra-visor/el-ingenioso-hidalgo-don-quijote-de-la-mancha-6/html.
Muy chuli
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