Hace tres semanas intentaba analizar cómo los reyes
normandos de Inglaterra habían desplegado una serie de instrumentos
propagandísticos –me detenía en un tapiz y en un libro– para legitimar un
régimen político cuyo primer acto era una invasión militar; el mecanismo era
simple: se buscaba en la historia reciente y remota los argumentos que
justificaban dicha invasión y se revestían de los ropajes adecuados. Algún
seguidor –y amigo– me ha dicho que tampoco habían cambiado tanto las cosas
desde la edad media. Tiene razón. En la historia contemporánea pueden buscarse
muchos ejemplos: verbi gratia, en España
entre 1936 y 1975.
El franquismo es un régimen surgido tras una sublevación
militar, la del 18 de julio de 1936. Desde ese mismo momento, al igual que en
la Inglaterra de Guillermo I el
Conquistador después de la batalla de Hastings, los ideólogos del régimen no dejaron de pensar en los mecanismos
que dotaran de legitimidad a la España de Franco. No son los de índole jurídica
los que me interesan en este momento –de una sutileza verdaderamente bizantina–
sino los que funcionan como medios de propaganda. También elegiré dos: un
edificio y una canción. El mensaje del edificio –como el del libro– se
destinaba a las élites cultivadas; el de la canción –como el del tapiz–, a los
estratos populares. En ambos casos, el régimen de Franco intentaba descender de
la España imperial, la de los siglos de oro.
Luis Gutiérrez Soto, ministerio del Aire, 1940-1951 |
El edificio es el ministerio del Aire de Luis Gutiérrez Soto
situado en la plaza de la Moncloa de Madrid. Según los datos que extraigo de
las páginas 375-377 de Arquitectura
española siglo XX de Ángel Urrutia[1],
ante el encargo del entonces ministro del aire, el general Juan Vigón
Suero-Días, Gutiérrez Soto presentó dos alzados: uno, de 1941, inspirado en las
obras de los alemanes Paul Ludwig Troost y Albert Speer[2];
el segundo, de 1942, será el que finalmente se llevará a cabo: su perfil
recuerda tanto al monasterio de El Escorial –el monasterio construido por
Felipe II como sede de una comunidad de jerónimos, panteón real y centro
neurálgico de un gobierno en cuyos dominios no
se ponía el sol– que los madrileños, no sin cierta retranca, lo llamaron
durante cierto tiempo el monasterio del
Aire. Me da la impresión de que al propio Gutiérrez Soto no le acababa de
complacer la filiación –tal vez por lo que de falta de originalidad subyace en
la misma– por cuanto en 1951, el año de conclusión de la obra, el arquitecto
llegará decir que no había pretendido que el edificio se pareciera a El
Escorial, y que si se parecía, no era esa su intención. “El invariante español
de estos edificios oficiales es –y creo haberlo interpretado correctamente del
libro de Chueca: Los invariantes castizos
de la arquitectura española– un cubo con cuatro torres y una portada, y ese
fue el camino que seguí.”[3] Lo
que no aclara si Chueca obtuvo dichos invariantes
castizos abstrayendo precisamente de la enorme influencia posterior de El
Escorial y de la arquitectura escurialense.
Uno de los motivos recurrentes de la historiografía
franquista era que la decadencia española comenzó con la entronización de la
dinastía borbónica en la persona de Felipe V. De Francia venía todo lo malo: la
Ilustración, el libre pensamiento, el volterianismo, el liberalismo… Y el
pistoletazo de salida se situaba la guerra de sucesión española, origen del
declive militar español (nadie parecía acordarse ni de Rocroi ni de las
sucesivas dentelladas territoriales de Luis XIV a los ejércitos de Carlos II el Hechizado). ¿Se podría hacer una
canción, más o menos pegadiza, sobre los enemigos de España, para que todo el
mundo pudiera tararearla? Hágase. ¿Cuál
era el mayor enemigo de España? En ese momento era la pérfida Albión, of course (menos mal que Zarra nos había vengado en
el mundial de fútbol de 1950).
La canción se titula Gibraltar,
español. El intérprete respondía al nombre artístico de José Luis y su guitarra, recientemente
fallecido y muy popular por una canción llamada Mariquilla. La letra no tiene desperdicio; ahí va, saboréenla, porque
es todo un manifiesto programático:
Esta es la verdad, la pura verdad,
esta es la verdad sobre Gibraltar.
1704, el mes de julio,
una gran flota viene, suena el cañón,
y al archiduque Carlos le rinde nuestra gente
pero no a los ingleses el peñón (bis).
Esta es la verdad, la pura verdad,
esta es la verdad sobre Gibraltar.
Unos años mas tarde, por un tratado,
hacemos concesiones en Gibraltar
dándole a los ingleses varias atribuciones
pero sin posesión territorial (bis).
Esta es la verdad, la pura verdad,
esta es la verdad sobre Gibraltar
Han pasado los años por el peñón
y la bandera inglesa ondea al sol
mas a pesar de todo el mundo no ha olvidado
que Gibraltar será siempre español (bis).
Esta es la verdad, la pura verdad,
esta es la verdad sobre Gibraltar
No tienen razón, bien lo sabe Dios,
no tienen razón: Gibraltar español (bis).
Permítaseme enumerar los cuatro argumentos que contiene,
porque son geniales: i) nuestra gente
rinde el peñón el archiduque Carlos de Austria, no a los ingleses; ii) por un tratado (¿un tratado ignoto?
¿cuálquier tratado?) se hacen concesiones no territoriales a los ingleses; iii)
independientemente de tratados y de mandangas que tampoco nos llevan a ningún
sitio, todo el mundo reconoce la
españolidad de Gibraltar; iv) y a mayor abundamiento, esto lo sabe hasta Dios.
Más rotundo, imposible.
[1]
Urrutia
[Núñez], Ángel: Arquitectura española siglo XX. Segunda
edición, corregida, actualizada y ampliada en índices.- Cátedra (Manuales
Arte Cátedra), [Madrid] 2 [2003].- 887 págs., 333 ilustr. en negro
(21 x 15).
[2]
Ambos eran los
arquitectos preferidos de Hitler: el primero lo fue hasta su fallecimiento en
1934; el segundo tomó el testigo del primero en las preferencias del dictador y
llegó a ocupar el ministerio alemán de armamento y guerra durante la segunda
guerra mundial.
[3]
Revista
Nacional de Arquitectura, núm. 112 (abril
de 1951), 41; citado por Urrutia,
ibídem, 376-377 y nota.
Mario, aunque a destiempo, no se si alguna vez te habre narrado que yo hice la "mili" en tan insigne edificio. Es una pena que a mis 17 años (cuando empece la milicia nuevemesina) siendo menor de edad, no tuviera a mano la tecnologia móvil de fotografia que ahora se tercia porque lo que allí dentro habia y vi no es que fuera mussoliniano o hitleriano en terminos arquitectonicos... era directamente una mezcla de felipeII/Isabellacatolica/stalin... inenarrable... quizas lo que mas recuerde sea el aguila (majestuoso pedazo de granito cubico con pico)(aguilucho dirian los podemitas) que creo que ahora esta en la entrada principal y que en su dia estaba en patio en el que formabamos segun entrabamos por la zona de la calle Romero Robledo (si mal no recuerdo)... EN fin.... batallitas de la guerra, pero que al fin y a la postre son un patrimonio a conservar y a utilizar para recordar de donde venimos... pero ese ya es otro cantar.
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